NADIE MÁS
Por miedo aprendí a callar y a obedecer firmemente la normo realidad establecida. Fui educado en la más estricta norma del obedecimiento autoritario y la aceptación de una justicia donde nunca cabía la posibilidad de establecer un porcentaje con opción real de ganancia en cada elección.
Nunca desdeñé ni menosprecié los halagos que un día fueron recibidos; así como jamás violenté a aquellos que cosificaron e hirieron con duras palabras y actos cada parte de mi ser.
Intenté, como buenamente pude, alertar del peligro que acechaba en cada parte de mi alma, pero al expresarlo me di de bruces con la cimentación más dura jamás conocida: el miedo.
Un titánico esfuerzo diario que araña las entrañas, hasta debilitar entre intentos de duda y balbuceos las estructuras de mi ser.
Pocas son las veces que consigo desviar de mi mente a aquellos que desvelan mi sueño y destruyen mi corazón y vientre a fuego lento.
Quizás no todos somos hábiles ni valientes a la hora de expresar nuestros mayores temores, y nos inclinamos más a presagiar consecuencias futuras de dudoso desenlace si desvelamos al instigador que agarra el puñal.
Aquel, que hoy ha conseguido desangrarme en la distancia entre gritos que solamente yo podía escuchar.
Al miedo se le vence con ayuda. Ganemos, con el ejemplo a nuestros hijos, lo que se perdió en errores del pasado.
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