TARDE CON EL ABUELO
Acomodado en su sofá, el abuelo hoy deleita con cuentos a su pequeño nieto. Martín observa con extrañeza las gafas y arrugas adyacentes que se extienden alrededor de su rostro y las palmas de las manos que sujetan el libro con leves espasmos de temblor.
En realidad nunca se había molestado en detenerse a contemplar con detalle a su abuelo. Su cara era un lugar donde pecas, verrugas y cicatrices añejas se entremezclaban en una tierna y a la par extraña amalgama de consecuencias derivadas de toda una dura vida de trabajo.
Aquel día sentía morriña por los vídeos y juegos que tanto le gustaba visualizar en la pantalla del salón, hasta que su abuelo, con un brillante repertorio y puesta en escena de diversos cuentos y juegos, comenzó a dibujar todo tipo de animales y escenas en la pequeña libreta que siempre portaba en su chaqueta de pana, comenzando a gratificar sus sentidos de un modo nunca antes concebido.
Solamente hacia faltaba una dosis de vela y cien de amor para recrear el escenario perfecto. Uno de los escasos momentos que serán recordados siempre con nitidez en la vida.
Llegó la noche y repentinamente volvió la electricidad al hogar. Había vuelto la normalidad a la vida y Martín por entonces dormía junto al abuelo en su regazo; ajeno a toda luz y ruido externo. Simplemente disfrutando del calor de aquellas piernas que ya acogían en la oscuridad del sueño la ternura y delicia de una tarde perfecta, grabada para el infinito en la infinitud de sus mentes.
Un deleite para los sentidos en un rincón donde anidan los recuerdos.
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