UN SEGUIDOR MÁS

 Cualquier estereotipo denomina, por etiqueta implícita, la continuidad y seguimiento de un modelo preestablecido como adecuado o ideal a seguir o conseguir. 

Idólatras del “becerro de oro ” al estilo bíblico,  conjuran y establecen cánones virales donde la desviación ideológica no está permitida y la consecuencia de hacerlo es una persecución de desgaste, que mina a fuego lento las mentes más volubles e indecisas, moldeando a placer la voluntad elegida por la colectividad. 


Seguidores de todo y de nada se fortalecen entre cautivadoras palabras vacías de contenido que acumulan “likes”, alimentados por seguidores de redes agujereadas con patrones de selección que triunfan a golpe de talón, siendo en realidad contenido vacío de última división. 


Son héroes que se escudan en la virtud de una fama logarítmica. Aquella que solamente pueden alcanzar unos pocos elegidos que pertenezcan a un estamento o status reconocido en un amplio estadío de la sociedad, vanagloriándose con pírricos ejemplos  que serán copiados y compartidos por su acérrimo público. 


Es el momento de pararse a pensar con certidumbre y humildad, para preguntarse a uno mismo: ¿Merece la pena una moda pasajera sin piloto al mando? 


Es el momento de plantearse el cambio de aquellos que se alimentan de miradas deslavazadas para conseguir ilusiones caducas. 


Es el momento de presumir y valorar cualquier esfuerzo que no tenga cabida en la mortal trampa de una red digital. 


Porque un médico, maestro, docente, policía y un largo etc….donde no habría suficientes caracteres para nombrar a todos, debería de ser el ejemplo de un hogar llamado mundo, aquel, cuya contaminación digital degrada lo más bonito de nuestra existencia: el reconocimiento de un trabajo bien hecho.

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