ODA ESTIVAL
Cuando las flores dejaron de emanar su embaucadora fragancia anunciando un premuro fin de primavera, los goznes de la puerta estival sonaron, entre quejidos de bronce y calor dilatado, penetrando sin piedad, clemencia ni duda, el interior de cualquier hendidura, con asfixiante ego enlatado.
Helios de general supremo,
sargento primero su abrazo,
calor de hoguera sin frío,
abanicos sin descanso.
Hay que rendir pleitesía a quien calienta el aliento, más sin estar en lo cierto, agotando el sudor del día; no debería ser cuestionado, aquejado ni vetado, aquel Dios que tiñó de azules los cielos de invierno en penumbra, de duda y titilancia en otoño, de bondad y lluvia en primavera; para levantar glorioso cielos sin nubes, ominosos, en veranos de ternura.
Y así llegado el momento, contemplando sin lamento la plenitud de estrellas en vela; aguanta paciente, impenitente, sudando a chorro por sus poros, que le mantienen alerta.
Desea ya que acabe julio, agosto y llegue septiembre en breve, para acariciar su tímida brisa inocente, que pronto será incesante, más fría, dura y cortante; anunciando ya un invierno, que no tardará en demorarse.
Ahora Helios se despide, la nieve ganó la batalla, en los meses donde el sol llora por las esquinas, esperando de nuevo su hora.
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