CEREZO EN FLOR

 Reina el silencio entre las hojas de la ya verde arboleda que florece en el albor de la primavera. El viento mece tímidamente las pequeñas flores de cerezo, concebidas por el amor de lluvias pasadas y rayos de sol intermitentes. 

En el transcurso de esta vívida estampa de quietud sonora, rompe el silencio un leve zumbido de abeja revolviéndose entre pistilos, saludando, con el polen adherido en sus patas, a sus vecinos en cada posar. 


Tumbado en la alfombra de terciopelo verde que rodea este árbol pude observar todo esto y más, en aquella mañana de abril donde la vida detenía el reloj en el momento perfecto para admirar lo verdaderamente importante de la existencia. 


Un secreto a voces al alcance de todos que sólo es hábilmente alcanzado por unos pocos: los sabios. Aquellos que saben apreciar el valor inmaterial de un beso o guardar el calor de un abrazo de forma imperecedera.


Llega el ocaso del día y es hora de regresar al hogar, o quizás amplíe un poco más el momento creado en este abanico de pureza. Al fin y al cabo mañana es festivo. Una oportunidad más de contemplar la verdad de la vida, y librarse de la toxicidad que produce la rutina entre pantallas. 


El cerezo ya descansa entre las sombras y la luna ilumina tenuemente sus lechosas flores. Hoy cenaré más tarde. Ha empezado un concierto de grillos y promete ser sublime.

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