AMOR EN VELA
Durmiendo está mi niño entre sábanas de fino algodón. Comienza la magia del sueño bajo los tiernos párpado sellados ya por el cansancio del ajetreo acaecido durante el día.
Aventuras, sensaciones y nuevos conocimientos para seguir descubriendo los claroscuros de la Tierra a la que pertenece y así, entre vigilia y sueño profundo, poder elegir en su lenta madurez el sabio camino del equilibrio y los buenos valores aprendidos.
A medianoche se revuelve, destapa y grita en la ambivalencia onírica de una posible pesadilla. En su interior saltan las alarmas que presagian un prematuro despertar no solicitado.
Justo ocurre en la antesala de una caída al vacío donde nadie puede ayudarle cuando se precipita a la nada; sin embargo llega el llanto y sus padres acuden de inmediato. Salvadores de todo y de nada; hacedores de posibilidades imposibles cuando todo se creía perdido. Confidentes de secretos mejor guardados, tejedores de esperanza sin hilo.
No hay lugar más seguro como el calor de alguien querido; protector y escudo de toda fiereza, de analgésico sin receta. Cura de miradas y besos, de médicos sin condiciones, que se mantienen en vela.
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