EL JUSTO MEDIO
Se perdió la cordura en el mismo instante en que la tormenta desató con brutalidad inenarrable su ira entre ambos bandos.
Agravios de honor, palabra o creencia que desencadenan odio interno, preparan en terreno yermo una batalla campal, donde no importa si culpables o inocentes toman parte en la disputa y los colores firmados con balas tiñen de gris el lúgubre aire que se torna asfixiante entre tanta pólvora quemada.
Ideologías opuestas de mundos inconexos donde la razón no tiene lugar, tratan de entronizarse para persuadir y dirigir con firmeza y mano de hierro al obediente pueblo, que se guía por aquel que ofrezca una miga más de pan.
Pan con sabor a hierro y sangre, que llena pero no alimenta, es el sustento con suerte para mantener el ojo abierto al menos hasta el próximo día, donde sol y luna se relevan con tristeza contemplando un nuevo ataúd de cartón, vidas sesgadas por inercia.
La misma que alarga la conciencia, el sentir de defender criterios, evitando a toda costa conceder la razón al enemigo, y así anular al verdadero sabio que una vez predijo con acierto, que el justo medio es lo adecuado para vivir en concordia, sin miedo.
El orgullo destruye sin distinción alguna por ser cualidad innata en la naturaleza; el mismo por el cual la especie humana causará baja sin remedio ni piedad.
Es urgente liderar con bandera blanca y tragarse el miedo a cambiar: porque el futuro es un juego de mesa, de suerte, quimera y de promesa. Pero para seguir jugando hay que aceptar la derrota y tirar de nuevo el dado, moviendo ficha taciturno, y esperar con paciencia hasta recuperar el turno.
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