LOS RENGLONES NO TORCIDOS DE DIOS

 Sólo si te sientes solo llama, escribe, da pistas, si lo consigues con tu cara o cuerpo, que puedan ser interpretadas en este mundo de locos, donde los cuerdos erróneamente se confunden con la utópica verdad reglada.


Nunca dejes que nada ni nadie cierre la llave de tu jaula y la lance al mar. Con el agua al cuello aún se puede pedir ayuda, con la llave perdida sólo se puede lamentar. 


Lamentar a posteriori y llamar loco a quien no supo o pudo pedir ayuda. Al que la buscó en el mutismo de su ser, esperando quizá un milagro o que un ser de luz bajara del mismo cielo o esperara a la vuelta de la esquina para rescatar su alma, sanarla y devolverla al camino de la vida. 


Porque una enfermedad mental debiera de ser considerada exactamente igual que una fiebre o alguien que sufre de la espalda (por poner algún ejemplo). No tengas miedo, no estás solo, lo estás haciendo bien. 


Solamente es necesario que la mayoría conciba del mismo modo lo que tú, yo y otros tantos millones de personas conocemos, sabemos, sufrimos, algunas callamos y otras mostramos. 


Aún habrá personas que sientan lástima de algo tan común o eviten con ciego filtro el contacto con aquellos que sienten dolor, ansiedad, depresión… en definitiva, dolor en pecho, cabeza y alma de alguien que sólo busca paz. 


No caigamos en el mismo error de arrinconar en ‘guettos’ a colectivos que nunca debieron estar en ellos. Porque nadie más tenga miedo y si lo hubiere, siempre tenga una mano que agarrar, un oído que escuchar, un corazón al que amar. Porque “Dios” no escribe con renglones torcidos. 

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