SORIA
Rincones de piedra encantados,
encantos de día y noche,
heladas calles y asfalto,
Duero que nunca duerme,
Solemne aura dorada
en su curva y en el frente.
Ciudad ufana, urbe contenta,
que aún siendo pocos alberga,
guerreros que un día fueron,
son y serán valientes,
como aves del destierro
volviendo al nido caliente.
Vastos campos de silencio
aguardan vencidos al viento,
embaucan con soledad sonora,
con calma y dulce lamento,
reclamando atención muda
en sorianos y forasteros.
Paseantes sin caballos,
sin prisa, trote o galope,
se pierden en cualquier calle,
con parsimonia y desenfado,
descubriendo al gran Machado,
en Soria, en cualquier horizonte.
Olvido de tierra castellana,
castiza la gente que habita,
gente que riega con buen vino
su vida de letanía,
ofreciendo sus torreznos
a quien después los olvida.
Alameda, cuento de hadas,
Collado, Castillo…ermitas,
Mil lugares silenciosos,
que roban latidos de vida,
gente, bullicio, ¡Ay!…¡bares!,
Soria culta y distinguida.
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